Muchos (juraría que todos) los que nos dedicamos a los documentales y al periodismo audiovisual hemos tenido ese momento iniciático de pensar que, a través de nuestra acción profesional, podremos cambiar el mundo. Transformarlo. Hacer un poco más justo. Conseguir arreglar algo, resarcir el dolor de alguien. Esto suele ocurrir en ese momento temprano en que tenemos la intuición de que nuestra vida profesional podría moverse en estos terrenos. Y a la hora de dotar de sentido esta acción, imaginamos una clave de trabajo transformadora. Cambiaremos el mundo.
La pretensión es humana. Diría que incluso es legítima, porque indica una voluntad, un deseo de hacer algo bondadosa a la vida. Pero puede llevarnos a conclusiones erróneas sobre el ejercicio del periodismo y del arte de contar historias: nosotros no somos los motores, nosotros no somos los protagonistas, nosotros no somos los que tenemos que cambiar las cosas. Nosotros tenemos que contar historias y despertar interrogantes entre aquellos que nos miran, incitarlos en todo caso a actuar, de forma implícita. No obstante, hay un límite, el del activismo, el de hacer directamente nosotros las cosas, que no debemos cruzar. Que no es sano cruzar. Que hay que saber identificar y no traspasar, porque entonces nuestra credibilidad se va a pique.
Pero también es verdad que, a veces, contar historias a través de documentales puede ser reparador. Así de profundo pero así de sencillo. Contar historias puede tener una función de regeneración y de cuidar de las personas, puede ser una manera de mejorar las condiciones de vida de alguien, en la medida que puede explicarse. O, incluso, con el pretexto de nuestras producciones, llevar a cabo un recorrido que le permita resarcirse de las heridas que la vida le ha infligido, por h o por b. Todos lo hemos comprobado con nuestras producciones, sobre todo si tienen que ver con la recuperación de la memoria histórica, sea más reciente o más remota. Y entonces, aquel pequeño sueño de cambiar el mundo se hace un poco verdad. Y nosotros somos un poco más felices, que es de lo que tiene que tratar toda esta nuestra película de hacer audiovisuales. ¿No os parece?