A nadie le sorprenderá hoy en día el hecho que las redes sociales han acontecido, sin ningún tipo de duda, en el opio del pueblo. Tienen todas las características y consecuencias de cualquier otra sustancia adictiva (y en general ilegal).
«The Social Dilemma» aporta datos concretos y aterradores de cómo hemos llegado (o nos han llevado) hasta este extremo, y da detalles específicos de como la interacción en las redes sociales y las estrategias de quienes las controlan cambian el comportamiento de los individuos, manipulados silenciosamente para redefinir su patrón de consumo.
Hasta hace no mucho, en casa estábamos aislados en gran medida de todo este ruido y locura. Un perfil de Instagram y uno de Linkedin que a veces pasan días o semanas sin actualizarse y poco más. Algunos amigos con hijos adolescentes y otros familiares nos alertaban del peligro del exceso de redes, y del cuidado que hemos tenido con los niños y jóvenes.
Y de repente, empezamos a producir un formato online, y nos veo a mi equipo y a mí peleando para sumar followers, likes y visualizaciones. Y estos datos no se miran una mañana en la semana en la hora de almuerzo como antes miraba la audiencia de un programa, se actualizan a tiempo real durante las 24 horas del día.
Es a la vez fascinante e implacable, y me llevaré una sorpresa cuando averigüe el tiempo real de uso de mi móvil y el tiempo dedicado a consultar las redes sociales. Prefiero no saberlo.
La necesidad de reconvertir el modelo de negocio televisivo ha hecho que las empresas audiovisuales hayan buscado nuevos públicos para crecer. Ahora las televisiones tienen que apostar por el «Digital first». La innovación, los nuevos lenguajes, los formatos arriesgados, el consumo multipantalla y la atracción del público joven son la prioridad. Quien ya lo ha entendido lleva un margen de ventaja difícil de recuperar.
Quien no lo ha entendido ha caído en la falsa creencia que producir por redes es más barato. Las producciones reales necesitan presupuestos reales, adecuados y dimensionados. Estos proyectos digitales tienen que ser tratados igual que las actuales producciones por TDT, porque la calidad siempre tiene que ser una condición irrenunciable.
Como productora tenemos que decidir entre centrar nuestros esfuerzos en productos digitales pero todavía considerados secundarios y no rentables, o continuar luchando por un lugar en las parrillas. Este es El Gran Dilema.