Se puede medir la salud del sector por la forma en que se financia.
Tal como está el mundo, ha habido un cambio en las producciones independientes, que tradicionalmente eran financiadas con dinero público y ahora han pasado a ser financiadas únicamente por Netflix o plataformas similares.
Hay productores muy contentos con esto, puesto que no necesitan juntar dinero de varios fondos, pero esta es una realidad para pocos. Sin embargo, Netflix tiene los días contados porque los peces grandes se están preparando para participar del juego.
Hemos sido testigos de un breve periodo en qué tuvimos la impresión que los cineastas independientes tenían más posibilitados de hacer sus películas porque podían utilizar el modelo tradicional, así como el modelo del streaming.
Sin embargo, este, pronto dejará de ser el caso. A medida que este modelo se convierta en la norma, estos nuevos gigantes, adoptarán una economía corporativa que favorecerá los grandes nombres y los grandes presupuestos, marginando a todo el resto, mientras homogeneiza el producto y los consumidores del mismo.
Además, en el ámbito cultural, los jóvenes de hoy en día, tienen menos tiempo y capacidad de atención que hace dos generaciones, lo qué significa que las películas hechas para ellos tendrán que ser más dinámicas, cosa que generalmente cuesta más dinero, que no filmar un drama entre dos personajes en un piso.
El mundo del mañana será más tecnológico y se necesitará más dinero para competir. El entretenimiento será más caro de producir y será consumido por miles de millones a través de conexiones móviles de altísima velocidad.
En este escenario, solo las grandes corporaciones podrán prosperar. El resto tendrán que estar sub-financiadas mediante redes especializadas de solo unos pocos.
En pocas palabras este puede ser que sea el futuro del cine independiente. ¡Habrá que resistir y adaptarse!