Tengo el argumento de una buena sit-com: sentados en el bar, los clientes, (ponemos que se llaman Jaume y Tatxo) levantan la mano, el camarero (pongámosle Vicent) está un poco reticente porque estos habituales del lugar le suelen hacer bailar el presupuesto y la supuesta neutralidad a la que lo obligan los estatutos y el libro de estilo del bar.
Así que cuando los clientes le proponen 8 documentales ya acabados, casualmente con una línea muy procesista y que, por supuesto, no han pasado por ningún comité profesional de evaluación, el camarero encoge la nariz: ¿800.000 euros? “Hombre, no los tengo en estos momentos de penuria: mi presupuesto del 2020 para documentales no llega a los 400 y lo tengo que repartir entre 51 documentales”.
Llegados a este punto (inicio del segundo acto), los pobres clientes parecen preocupados: el bar siempre se lo ha comprado todo y a cualquier precio. ¿Cómo es posible esta injusticia, y más “ahora que se acercan elecciones”? Pero son hombres de recursos: llaman a un buen amigo (pongámosle Madí) que no trabaja en el bar pero actúa como si fuera el amo. “Tranquilos, que yo esto lo arreglo en un plis”.
Este acto acaba mal: las escuchas judiciales en el marco de la operación “Voloh” sacan a la luz las conversaciones telefónicas entre nuestros héroes, donde se hace patente que utilizan los medios públicos como si fueran su patio privado, lo cual parece enviar a pique la brillante operación.
Tercer acto: Afortunadamente, nuestros amigos y el camarero tienen soluciones para todo, solo había que dejar pasar unos días para que se esparciera el escándalo y la operación finalmente se acaba firmando, formalmente por la mitad, pero dichosamente el dinero ha aparecido en algún fondo de los cajones de la casa. Son cantidades y maneras de actuar que dejan el sector con un sentimiento de desolación y vergüenza por el agravio comparativo, sobre todo cuando la cadena habitualmente está ofreciendo 2.000 euros por derechos de antena de producciones parecidas, eso sí, que no vienen de los “amiguitos del alma”.
¿ Y las patatas? Pues para los productores independientes, total, si ya se han tragado casos flagrantes como el de Triacom sin abrir la boca, esta nueva cacicada se la comerán igual, no sufrir.